11/4/20

recetario gentilicio

El año pasado, con los chicos de 1ro C de la EESN2 hicimos este recetario gentilicio que es una maravilla.

Del mito al logos

O porque siempre quedaba
en el fondo de la alacena
entre unas 8 de mejor morfología,
o porque todos solemos usar las mismas 5
de la casa materna
que se van rompiendo o rasgando
con esas líneas arácnidas de la senectud de una vajilla,
o porque somos cada vez menos
en la familia
y hay algunas que nadie usa nunca,
o porque tiene como un borde
que alguien dijo que si metés al microondas explota;
La uso con confianza gallarda
después de 25 años, quizás 27
y tomo sorbo a sorbo
un café con leche espumoso
de la taza
que un alumno favorito le regaló a mi madre y dice
Este jarro se autodestruirá
si no es usado
exclusivamente
por una MAESTRA
que es una genia.

*

Va a quedar para siempre la gotera
de la cocina
mientras estudio, mientras pienso
en si mañana o pasado florece la dalia
que me pasó mi abuela
en forma de papa para que sembrara dedicada
cada primavera
y quitara por las heladas de la tierra
al invierno siguiente.
En un principio llamé al plomero.
Le dije de la canilla vieja,
de la casa vieja.
De esta casa a la que van a tirar
en cuanto puedan hacer un edificio pomposo
con fachada pedante.
Pero por mientras vivo acá.
Mi padre murió en el verano
y esa gota que cae con precisión
viene a hacerme saber
que todas las cosas tienen un tiempo
como un metrónomo amateur
para mis pesares.

16/2/19

Hace perfectamente un mes atrás fue la noche más triste de todas. Mamá y yo sabíamos que papá se estaba muriendo pero que él no lo sabía. Temíamos que se despierte y teníamos que disimular. Nada de lágrima ni conversación del tema. Tratamos de hablar de otras cosas y mamá me dijo que si papá se despertaba teníamos que inventar algo de por qué yo estaba ahí porque iba a sospechar. Pensé en decir que me había ido a lo del Tino, que queda cerca, y que me había dado pereza seguir en bici hasta mi casa. Pero papá no se iba a despertar más. Yo pienso que los del hospital saben cuando alguien se está muriendo y son más buenos con la familia, porque las enfermeras entraron a la madrugada y nos vieron a las dos de acompañantes y no me echaron.
Supongo que las dos nos hicimos las dormidas pero ninguna durmió. Yo le pedí a mi mamá si podía dejar el televisor prendido, pero de miedo. No debe ser mentira que la gente que siente muy sola tiene el televisor como compañía. Igual no logré concentrarme en ningún programa. Papá durmió como nos gusta dormir a nosotros dos: a pata suelta.
Nos habían dicho que la gente que muere así empieza a respirar distinto, como agitado. Papá se murió con una cara de placer siestero terrible. Al principio me asusté. Yo estaba sentada en la cama y le agarraba la mano. La mano fría. No hay que hacerse armados raros sobre la muerte, ni siquiera de un ser querido. Sentí cuando la respiración se fue y todo, pero no era. La enfermera más simpática me dijo que había entrado en período de apnea. Pero eso fue rápido. La volví a llamar y le dije que listo, que me parecía que listo. Ahí mamá se animó a llorar, porque yo venía llorando de toda la noche pero mamá tenía la ilusión de que papá se despierte.
Es raro cuando se entiende el vacío. Hace ya un mes y yo lo siento de a ratitos, pero por momentos muy largos me olvido. Cuando me despierto, por ejemplo, hay unos minutos que no me doy cuenta que papá murió.
Después de que viene el médico de guardia y nos da la noticia que nosotras ya sabíamos hace minutos, con mamá nos dividimos las personas a quién llamar: ella mi hermana del medio, yo a mi hermana menor que está viniendo de Costa Rica y va a llegar tarde, y a mi abuela. Me da mucho cómo lo va a sobrellevar mi abuela. Le digo con la mejor voz de no llanto que me sale que mamá la necesita como un roble. Ella tiene 95 años y todos le dicen que está así: "como un roble". Lo entiende y me dice que nos espera en el pueblo.
Hasta el cansancio papá nos había dicho que cuando él muriera quería dos cosas para su velatorio: que repartamos masitas de confitería de "Los vascos" y que suene un disco de Serrat que a él le encantaba. Miraba el dvd del concierto sentado en la computadora sin hacer otra cosa. Lo empezó a decir cuando yo era adolescente. Yo le pedía que por favor cuando él muriera no nos haga pasar vergüenza pero él insistía con los rituales.
Un amigo de él me llamó y me preguntó que quién iba a manejar hasta el pueblo, si mi vieja o yo. Le dije que yo y me dijo que estaba saliendo para Bahía, que él nos manejaba el auto. Con mi papá en todos los trámites del certificado de defunción vinieron estos amigos de la familia. Unos le manejaron el auto a mi mamá. Otro me llevó a mí pero antes esperó en la puerta de "Los vascos" a que abriera para poder comprar las masitas. Su compañera nos iba a esperar en el pueblo con la música que mi papá había pedido siempre.
Al velorio vinieron amigos nuestros y suyos. No me siento boluda al sentirlo, un poco, como celebración de su vida. Yo creo que a mi papá le hubiera encantado su velorio. A algunos no les gustaban las masitas pero yo vi que las pasaban en honor a mi papá. Sus amigos de la adolescencia también vinieron y Perla le puso arriba del cajón una bandera roja y blanca del club para el que trabajó toda su vida.
Escribo como el orto y para no olvidarme todas estas cosas. Al fin y al cabo nadie lee todavía los blogs y esto es como una especie de seguro de mi memoria.
De lo que no me quiero olvidar es que yo me quedé con el celular de mi papá en la mochila y lo atendí ese día porque pensé que querían darnos el pésame. Que el tipo me dijo que perdón, que pensó que era el teléfono de Horacio y que no lo veía desde la colimba pero que hoy lo había pensado y había rastreado su celular. Que le conté al tipo que mi papá recién había muerto y que él, que se llamaba Arturo Tabella o Sabella o Tabera me dijo que se sentía un pelotudo y que yo le dije que el llamado a mí me había resultado mágico. Ese tipo no veía a mi padre desde los 20 años y le hice una biografía muy rápida. Que había vivido una vida re linda, que tenía tres hijas y que yo era la mayor.
Después, no hay muchas cosas más que me quiera acordar de la muerte de mi papá. Por ahí, de cómo paseábamos por el pasillo del hospital y veíamos gente muy flaquita y él me decía que si me daba cuenta que era el único canceroso obeso, que ni así bajaba dos gramos. También de lo pastoso de un arroz primavera que le tocaba comer en el hospital a lo que él subtitulaba que prefería masticar caca.
Cuando tiramos las cenizas en ese pedacito del predio de la cancha de fútbol que él había cuidado, todos quisieron agarrar un puñado. Tiramos en tres lugares de acuerdo a su voluntad: primero en la cancha. Después, en unos fogones por los que mi mamá había rezongado: papá se había llevado parte del piso que hubiera sido del garage de casa para hacer las mesaditas a los costados. El último espacio fue el predio con ese pastito cortado tan al ras. A mí me gustó porque toda la gente que queremos agarró un puñado y eligió su propia parte del terreno. No sé si todos lo vieron como una baile pero eran como 15 personas con la mano extendida eligiendo su propia coreografía, y dejando caer tan de a poco unas cenizas muy negras, que volaban suaves sobre la gramilla.

10/11/17

la invasión

                Los habitantes de General Dino Otaviondo se la vieron venir, porque los síntomas sociales eran, digamos, algo tan esperable como la lluvia luego de la calma chicha.
                La cuestión empezó de forma paulatina. Primero hubo ciertas bandadas de loros que poblaron más que nada los galpones del ferrocarril. Los eucaliptus añejos daban al atardecer, una bellísima imagen a contraluz de ir poblándose de aves que volaban por momentos en óvalos imprecisos en la cercanía al follaje. De a poco se montaban en las ramas. Los árboles parecían más corpóreos y además contenían la elocuente vociferación de los barranqueros.
                Para ese entonces Maricha vivía muy cerca de los galpones. Su zaguán daba contra el andén, con la calle de por medio. No era la calle principal pero sí una de las primeras en asfaltarse, y además, donde se hacían los actos de aniversario, por lo que para los otaviondenses era de real singularidad. De tanto contemplar la bandada, Maricha recordó aquella vieja tradición de su madre y su abuela de tejer a dos agujas unas cotorras preciosas que usaban como agarra pava. Buscó en una caja y encontró el molde que usaba su madre, así es como retomó el rito familiar. Tejió una y salió bastante bien. Le puso dos botoncitos negros como ojos y se la regaló a la hija de Marcial, la del al lado. La novia ocasional del turco Estaye también quiso y la devenida en tejedora le confeccionó una, aunque le caía mejor la novia anterior. Así, varias vecinas. Por lo que muchas cotorras bastante parecidas entre sí empezaron a colgar de la llave de gas de la cocina de varias y varios otaviondenses a quién Maricha regaló sin cobrar ni siquiera la lana, inspirada por la bandada del ferrocarril.
                Casi tres meses después la situación no era tan agradable en el pueblo. Casi todas las tardes se empezó a cortar la luz. No se sabe muy bien si por el peso de los miles de loros que invadían el pueblo o porque picoteaban de lo lindo. Cada día tipo seis de la tarde las aves mitigaban el cableado público y casi hasta la madrugada la gente quedaba a oscuras.
                Por esa época habrá sido que Maricha pensó que no tejía más loros porque le parecían unos hijos de puta. Ella no dijo así porque solo en ocasiones especiales decía malas palabras, pero habrá dicho “loros bandidos” o una palabra por el estilo.
                En la iglesia se empezó a organizar un grupo de vecinos más o menos representativos de las instituciones. El diácono, la directora de la escuela especial, la del Jardín y la Vice de la secundaria. También estaban un ex concejal muy carismático, el secretario de la Asociación de Productores de Centeno (APC), la dueña de la radio, dos veteranos de Malvinas y un tipo que venía insistiendo hace años con que él era el ombudsman. Nadie se lo bancaba en Otaviondo pero lo invitaron un poco para pedirle que ya que era el defensor del pueblo, ponga las barbas en remojo ante la catástrofe que estaba sucediéndose. El concejo comenzó a reunirse martes y sábado a las cuatro de la tarde. Las reuniones culminaban tipo seis, porque a esa hora, con el ruido de los loros, era imposible escucharse entre sí (como en cada casa) y por eso había que ir a prender las velas.
                Los peligros latentes eran la psitacosis y la psicosis. Cada integrante del grupo proponía soluciones que habían buscado. El abanico investigativo iba desde recetas de profesionales del rubro a preguntas yahoo, desde posibles concreciones hasta ideas delirantes. Bombas, guiarlos hacia unos tanques envenenados en los campos cercanos a Monte Paquete, infrasonido, unos barriletes de loro barranquero alfa; en fin, faltaba plata e ingeniería al servicio.
                Como a la tercera reunión se sumaron además los de Otaviomascota, que son de la rama mascotera más dura: la que ama a los animales y odia a los humanos. Ellos estaban a favor de cualquier engatusamiento a la bandada pero en contra de cualquier vía que matase aunque sea a un solo loro. La vocal del grupo, Laurita Zambrana, hasta el momento una vecina bastante apreciada, llegó a decir que si alguien ponía una bomba para pájaros ella iba a poner una en la iglesia el martes a las cinco.
                El sábado veinticuatro iba a venir el intendente a festejar la donación municipal de máquinas a algunos vecinos comerciantes: dos cocinas industriales para rotisería “La española”, una heladera mostrador para la carnicería de Ángel Manrique, una máquina registradora para el marido de la consejera escolar, que tenía quiosco. Algunos lo vieron como la oportunidad para pedirle una solución al tema acuciante, pero sus defensores estaban más tímidos. ¿Y el hombre qué puede hacer? El municipio y la provincia están fundidos, mejor que venga de mañana, decían.
                Sergio Raúl Bentimaccia venía por el segundo mandato a pesar de su juventud. Hijo de políticos reconocidos en la zona, representaba la renovación del partido y, además, iba por la re-reelección. Ojos bonachones, hijos en escuela pública, mujer docente en la escuela especial de la capital el partido y un bebé en camino. Había ganado las PASO sobradamente. Solía continuar su metodología de campaña de salir por la calle de los pueblos a charlar con los vecinos y ante cualquier queja les ponía la mano izquierda en el hombro mientras que con la derecha se tocaba el corazón. Con la cabeza hacía un meneo, como un vaivén medio de congoja que a la gente seducía por su humanidad. Les decía hermano, te prometo. Con eso hasta sus mayores detractores quedaban conmovidos. Qué sensible es, yo le creo, decían.
                Bentimaccia venía a Otaviondo en una semana. Las opiniones estaban divididas pero por mayoría se llegó al acuerdo de contentar al intendente con una recepción matinal, un almuerzo a todo trapo y luego, por la tarde, ir infiriendo en el grave problema que los aquejaba. Hay que decirle “grave problema” porque para ese entonces gran parte del día era imposible de vivir, ni siquiera durmiendo se pasaba.
                Los otaviomascota ya no estaban tan preocupados por los loros porque los perros sufrían como locos. Es que el ruido era de la intensidad de cientos de fuegos de artificio estallando en canon.
                Llegó el día de la visita proselitista. La carnicería, el quiosco, y la rotisería tenían las máquinas a inaugurar pero ni las habían prendido. En alguna parte de cada artefacto había un par de cintitas con los colores de Argentina que formaban un moño. El plan era que el intendente agarraría de un extremo, el comerciante de otro y ambos lo desharían. Ángel Manrique había comprado un par de sidras de vidrio, como para sellar el festejo.
                La mañana en que cayó Bentimaccia a Otaviondo no andaba nadie por la calle. Para este entonces la gente ya había perdido el sueño cuando se debía dormir, y lograba conciliarlo luego de que las bandadas abandonaran el pueblo, es decir, muy tarde. Podemos decir también que había mucha gente que no estaba en su sano eje. La novia del turco Estaye era una. Lo había abandonado para irse con el carnicero, ya que no toleraba estar cerca del ferrocarril.
                Maricha no estaba totalmente desequilibrada, pero desde la invasión avícola no habían parado de tejer a dos agujas. Ninguna cotorra más, es cierto, pero al son de los chirridos animales iba, punto por punto, forrando con tejidos a varios objetos de su casa. El calefón, el aparador, los portarretratos. No pasa nada, decía, es hasta que se vayan, porque no me da sueño.
                Bentimaccia salió de la campaña a hacer sociales: la agencia de quiniela, el centro de jubilados, la visita de siempre.
                Se comió muy bien en el almuerzo principal, que fue en la Iglesia. Se inauguraron las cocinas industriales y la caja registradora, y luego, la cara fresca del partido se dirigió hacia la carnicería El Ángel guardián. En los mosaicos color lila limpiados con lejía recientemente había un almanaque de Molina Campos que estaba siempre y un cartel con fibrón que decía “gracias señor intendente por su generosidad”.
                Ángel salió con el delantal impecablemente blanco y saludó al mandatario. En las sillas de plástico que se fueron sentando los concurrentes. De a poco, con la llegada del atardecer, empezó el loraje. El intendente se hacía el que no entendía. El que no sabía de la invasión. Cuando los presentes le vieron la cara de hacerse el sorprendido se brotaron de ira. Pero qué hijo de puta, dijo Maricha. El distrito no era tan chico como para que el tipo no supiera. Además, Bentimaccia había recibido al menos cinco cartas con un cd de audio adjunto, para que él supiese lo que era vivir en ese suplicio.
Le molestó. A la gente les molestó.
                Sergio Raúl empezó a hacer gestos de sorpresa y preguntas, como si recién se madrugara del tema ¿Esto es siempre así? ¿mi secretario no les contestó? ¡Qué increíble!
El titular de APC le gritaba caliente como una pipa y el mandatario le decía: entiendo, hermano, es así.
                La ahora novia del carnicero se levantó de una silla e intentó poner paños fríos al clima caldeado, ahora era la patrona y debía hacerlo notar ante la autoridad, caerle en gracia, disimulando que en las PASO, había votado a la oposición.
                El intendente en una maniobra poco hábil tomó una punta de la cintita inaugural. Se ve que era suave y tersa. Quizás, Sergio Raúl Bentimaccia se la vio venir, porque acarició el extremo de esa cintita y miró al vacío. Por lo menos a algunos, les recordó a esa escena de la película Gladiador, en que el protagonista va acariciando el trigo de forma dulce y entregada.
                Fue todo en un segundo. Los loros se callaron de repente. Pero, todos; dejando la incertidumbre como clima. En el mismo microsegundo el carnicero beneficiario de la heladera mostrador agarró la cuchilla más grande y rebanó el cuello de intendente como el de un lechón predestinado a la faena.
                Nadie gritó. Nadie lloró. Todos salieron afuera a mirar los eucaliptus.
                Ni un loro al atardecer.

                Ahora la gente de General Dino Otaviondo sabe que las elecciones se van a poner impredecibles, pero también, que cuando chirridos de loro barranquero se repiten en una época del año de forma persistente y agotadora, saturando a todo un pueblo, se puede llamar también: campaña política.

8/11/17

.

Querido Blog:
                     Me había olvidado de vos. Mañana vuelvo.
                                                            Besos, Fon.

10/12/14

riverplei

Nos adornamos la ropa de rojo y blanco casi en el último minuto de partido. Yo tenía 9 años y gustaba terriblemente de Lavallén. Estábamos felices y se escuchaban los primeros bocinazos. Mamá, Julieta y yo nos pusimos remera blanca y una franja tipo reinas de papel crepe rojo. Papá, la camiseta y Guille, que era muy chiquita, se puso un pañuelo con el escudo que le quedaba como un vestido.
Salimos en procesión caravanezca por el pueblo, se usaba. Pasamos por lo de los más conocidos hinchas de Boca de Burato y tocamos más bocina todavía. Gozamos esa deliciosa e ingenua maldad. Papá me dejó sentarme en la ventanilla de mi puerta lo que me permitió ir saludando conocidos y agitar un banderín viejísimo.
Estacionamos todos enfrente a la plaza y nos bajamos. Todos cantábamos, gritábamos, nos abrazábamos. Unos que estaban en el bar Carrousell la agarraron a la Guille y dijeron: "tan chiquita y tan inteligente" y un borrachín la subió y la llevó en andas unos minutos. Ella ponía tremenda cara de orgullo y contó esa anécdota miles de veces con un nivel de cancherismo interesante. La felicidad de cuando andaba allá en lo alto embanderada no me la voy a olvidar, como también que después unos llevaban un chancho con la camiseta de Boca y no había quién le calmara el llanto a mi hermana que gritaba "pobre chanchito".
Cuando los festejos terminaron volvimos a casa y yo me saboreaba con cómo lo iba a cargar a Emiliano al otro día en la escuela, que me había vuelto loca toda la semana.
Mamá y papá tomaron un café y nos mandaron a la cama. Yo me fui a la pieza y cuando me saqué la tira diagonal de papel crepe me di cuenta que me había coloreado perfectamente la remera blanca con un tono rosa rojizo. La felicidad me había hecho una camiseta que puesta me miré varias veces en el espejo hasta que el próximo lavado hizo lo suyo.

18/10/14

linkeadito

esta tarde parece que la historia es
algo como un hilo de poliester
yendo desde la composición 
de un naciente Perales
pasando por el vestido de  Jeanette,
del que no nos acordaremos
porque el nudo está en la triste niña
de Cría Cuervos de Saura
tirada en el sillón
al lado del tocadiscos.
Viene con cadencia a hilvanar
la versión de Attaque 77
y un tiempo después
un canto críado en canon
por la hichada cuerva
que banca igual a pesar de una tarde floja
para el veterano Yepes.


17/6/14

Pregones modernos


Con los chicos de 1ro B y C de la EESN2, nos pusimos a pensar qué haríamos si la revolución de Mayo fuera ahora. Pensamos qué ofreceríamos si fuéramos vendedores ambulantes y surgieron estos versitos de pregones modernos :)


 

Leche de vaca,
leche de hoy,
blanca y fresquita,
ya se la doy.

+

Melón, melón
para que en,
su casa, no
se le caiga el calzón

+

Compre vuvuzela
en la revolución.
Lleve canciones lindas
para llamar la atención

+

Vendo tortitas
para usted y su familia,
ricas y calentitas
para disfrutar con amigas.

+

Vendo lechita blanquita
para tomar en tacita.
Leche recién ordeñada
para tomar de mañana

+

Juguetes coloridos,
divertidos, para chicos,
con colores de la bandera
que representan a la patria

+


Algodoncitos de azúcar
para todos los niños.
Baratos y de color
¡Demasiado hermositos!

+






Galletitas caseras,
galletitas de todos los olores.
Vení a comprarme
y endulzate con estos sabores

+

Salieron de mi horno,
tartas calientes,
para disfrutar
con los parientes

+

Globos revolucionarios
he venido a traer,
para todos los chicos,
ellos me lo van a  agradecer

+

La espuma ha llegado,
espuma de carnaval.
Se vende muy barata
y es espectacular

+

Para su merienda o desayuno
tenga agua caliente,
acompañado con galletitas
que satisfacen al cliente

+

Tinto, tinto,
vino bien fresquito,
pa´ los borrachines
con unos hielitos

+

Vendo rosquitas
para usted y su familia,
ricas y calentitas
para disfrutar con Emilia.

+






¡Apúrense, apúrense!
Traigo panchitos calentitos,
para sacar el hambre,
con algo sabrosito

+

Flores de colores
para las damas
que andan,
con dolores

+

Para la gente con hambre
vendo ricas tortas fritas,
salen quince la docena
para la chica más bonita

+

Hoy el pochoclero
muy temprano madrugó
por eso traigo pochoclos,
¡Compreló que ya explotó!

+

Aerosoles de colores,
aerosol para pintar,
viene la revolución,
¡Hay que decorar!

+

Agua fresca, clara y pura
para la Doña y el Don.
Aquí pasa el aguatero
y se va con su pregón

+

Para la gente con hambre,
en mi casa tengo,
rico matambre
y aquí lo vendo

+







Tortas fritas calentitas
para toda la familia.
Tortas fritas calentitas,
para la gente rica.

+

Su boquita fresquita
con mucho hielo,
cervecita cerveza
¡Está muy espesa!

+

Compren lentes nocheros
para los callejeros,
que madrugan
como chancheros

+

Compre lentes
blancos y celestes,
para que representes
con cara sonriente

+


Pan casero para
el pueblo entero.
Pan casero para
el nieto y el abuelo


+

Hamburguesa, compre hamburguesa,
no es lo mismo que milanesa,
con visa o Mastercard,
¡Compre su hamburguesa!












Gorros, gorritos
para mi amada gente.
Son muy calentitos
¡Guarda el invierno!¡Viene fuerte!

+

Señor pare aquí,
su auto cuidaré.
Por solo quince la hora
yo juro que no me iré

+

Asado, asado, compre asado,
coma costilla, coma, está rica.
Asado, asado, ¡coma matambre bien saludable!
Por $99,99 coma bien, hay descuento
con tarjeta Favacard, Visa y Naranja!

+

Empanadas calentitas
y sabrosas,
para la gente,
¡escandalosa!

+

¡Yo soy el chocolatero
Y hoy traigo para ofrecerles
en color blanco y negro!

+

Vendo cubanitos,
cubanitos dulces y ricos.
Para que sepa cada uno
que son ricos y baratitos

+

Choripanes bien ricos
para chuparse los deditos,
choripanes calentitos para,
que se esposa se caiga al piso


+


 Churros, ¡qué ricos!
para los que le gustan calentitos,
y para los buenos chiquitos
que son muy traviesitos.

+

Aquí llegan las facturas
que prepara el cocinero,
vamos a agarrar una
para chuparnos los dedos.

+

Traigo tortas fritas
para la gente bonita.
Ricas y calentitas
en esta canastita.

+
Agua para usted,
agüita para beber,
para su mate caliente,
yo le vengo a vender

+

Si a usted le da alegría
y está de mal humor,
compre estos pastelitos
que le van a hacer mejor

+

Pipas ansiosas,
para las buenas mozas,
son baratas y sabrosas,
para las buenas mozas

+

Torta sabrosa
yo le vengo a ofrecer,
para acompañar su mate
en este atardecer

10/5/14

*

Mientras se genera una moda,
lo que no sé exactamente cuánto tiempo lleva,
me hago monotributista
me cobran la mitad de impuestos de lo que va a ser mi sueldo
Gonzalo arregla dos temas para la murga
se me cae el pelo drásticamente
la rejilla del baño se rebalsa
se olvida de nuestra cita el plomero que envía la inmobiliaria
la inmobiliaria decide comenzar a aumentar cada 6 meses
la hija del de la inmobiliaria de hace una fan page con sus diseños
diseñamos un libro hermoso
se casa Paola con Javi y se van a Bariloche
se casa Lucre con Fernando pero no salen de viaje
mi madre es la opción más viable para prestrarme un vestido de bodas
mi vecina se sorprende de cómo estoy vestida y dice "ay!"
le compro a mi vecina una remera que no me gusta para ayudarla con el emprendimiento
uso la remera en la entrevista de trabajo para el que me hago monotributista
Gonzalo dice que es bastante usable que no me veo mal con ella
Gonzalo sigue en la fábrica de hielo y trae 2 bolsas a casa
tomamos fernet y probamos el Amargo Obrero
amigos uruguayos vienen 5 días a casa
Diego se queda enamorado del Amargo Obrero
hablando con los uruguayos me doy cuenta que soy un poco saca cuero
miramos el nuevo capítulo de Tiranos Temblad
Leo Coccia ve a Gonzalo en la calle y lo reconoce
le da unos libritos hermosos para mí
Leo Coccia participa en Fixture
invitamos al chico de Tiranos Temblad al libro que estamos haciendo
la presidenta lo menciona en cadena nacional
el chico nos dice respetuosamente que no tiene tiempo
me vuelvo a poner la remera que le compré a Cristina mi vecina
me siento muy por fuera de la moda
prendo la tele y veo a Julieta Prandi con ese peinado
que usaba la novia de Patrick Swayze en "El duro"
y me pregunto cuánto tarda una moda en desplazar a otra
y cuándo, cuándo nos damos cuenta de que algo está
madurando a punto de caerse para bien.





27/2/14

la chica de avón

La chica de Avón no tiene lunares
pecas granos cicatrices quilos de más pobremas existenciales.
La chica de Avón tiene trabajo, es modelo
seguramente en concubinato estudios completos
en la academia de modelaje del barrio.
La chica de Avón mira desde el folleto
repartido en la plaza por una doña
que busca más revendedoras
para el colorete en polvo compacto
efecto mármol.
La dibujo con los lápices acuarelables que me dio
Gonzalo para mi cumpleaños.
Le invento un solero acuoso holgado y frugal
que diga que no todo está resuelto.

7/1/14

Mañana en El Rosario


Hablando del incendio en Sierra de la Ventana mamá se empieza a acordar de cuando era chiquita y se empezó a incendiar El Rosario. Una penumbra roja y gigante allá a lo lejos. Le digo que al final el abuelo murió y mis hermanas y yo nunca pudimos conocer ese lugar.
¿Cuándo vamos?
Mañana.
Partimos: abuela, madre, Guillermina y yo. Dos termos de agua caliente, yerba sin palo y reposera.


Hago un mapa del camino, con el detalle que el serrucho me permite.

En el medio de la nada, mamá señala donde estaba el bar del bisabuelo, El Caldén .
Desde el camino no vemos nada, ni vestigio. Entonces bajamos a buscar huellas.

Obviamente no estaba errada. Entre el matorral encontramos el piso del bar.


"Tu bisabuelo, que era muy mal tipo, había enviudado hace poco. Tenía al abuelo y a sus hermanos muy chiquitos. El abuelo tenía 5 años.
Probablemente en esta parte del bar era donde lo mandaba a cantar "El huerfanito" a cambio de monedas de los parroquianos. De viejo todavía la cantaba"
Me llevé esta petaquita de recuerdo y la vista de los caldenes. Guillermina en su libreta se anotó la palabra "caldén" para tener una hermosa sobra el día que tenga un patio.

Todavía quedan pedacitos del cartel de la casa de Quinque Balbarrey, yendo para "La sin pensar". La abuela empieza a contar que Liliana tenía un león de mascota, que era re mansito pero que la asustaba cómo se tiraba de los árboles. Mi abuela es la Edward Bloom de las pampas, así que factiblemente era otro tipo de felino, pero nadie la corrige porque nos gusta pensar en el león ahí, corriendo atrás de Liliana, corriendo fuertísimo, como cuando sentís los chicotazos de los pastos en los tobillos.

Justo en la entrada a El Rosario mi hermana descubre que le volvió a crecer "Esnerto", un pelo largo que le nace en el brazo. Cualquiera poner esta foto pero ella se puso como loca y decía "miren quién volviooo???" Y bueno, me pidió foto.
Click!

"En esa alameda parábamos con el abuelo a descansar cuando veníamos solos y hacía calor. Yo tendría 8 años. Tirábamos una manta. Yo me devoraba el festín que traía para ese oasis: una fanta de vidrio y una banana, capaz, un chocolate"

Llegamos. Mamá cuenta cosas, la abuela se emociona. Nos atiende un matrimonio re jovencito que ahora vive ahí. Mi madre empieza a contarle, medio que le da vergüenza decir que no vinimos a nada, a ver, a contarnos cosas, a tomar mate a la sombrita de ese lugar con aire rico.
Las niñas de la casa dejaron en el pórtico un balde de agua y pasto. Los reyes magos llegaron de madrugada. Decenas de jaulas con pajaritos de colores y celulares pendiendo de un rincón con señal.
Olor a eucaliptos.

El capataz se engancha en los cuentos de mamá, que abandonó la timidez y ante la amabilidad de los anfitriones ya camina ligero por dentro de la casa, metiéndose en las habitaciones, interrumpiendo los cuentos con "permiso, acá era...".
Hace ademanes, señala la pared, el piso, explica, se ríe. Todo junto.
La abuela no deja de mirar esos recados y nos dice: acá es donde murió el tío Lelé. Había un banco de madera. Venía de ese molino y le dio un tirón en el brazo. "Infarto" dice el capatáz. "52 años" dice mi abuela.
" Chueco, mi marido, lo subió como pudo al jeep y lo llevó al pueblo, pero llegó muerto. Lo atendió el doctor Roncero, un amor de Dios ese doctor".

"Por allá atrás dormía Don Góngora, ¡Cómo tocaba el acordeón! Le decían "el leonero" y, entre pieza y pieza, se tocaba la barba"

"Una vez, en un campo más allá, "La Sin Pensar", yo era jovencita, recién casada. Abro la ventana y !!!! un guanaquito, precioso! ¿Hay guanacos acá todavía?
- No señora, antes había mucho guanaco, ya no quedan"

Todavía se lee
"El Rosario"
La abuela Sarita cuenta que Doña Rosario (mamá de una niña que se llamaba Rosarina) era la patrona.

Acá se rellenaba con tierra, se pisaba, se regaba bien para que quede lindo y se hacían los bailes.


Pisos que todavía quedan, tienen 110 años.

Después de discutir si era chañar o piquillín, bajamos a probar. Si es dulce y colorada como una cerecita es piquillín. Si es fea es chañar. Apostamos. Yo gano la apuesta pero me llevo el sabor amargo.

Ana, Guille y Sarita, a puro picnic

Abajo de esa tranquera, cuenta mamá, durante la dictadura, vinimos con tío Ángel y papá y enterramos varias cosas. "Nos dio tanto julepe que no las volvimos a desenterrar más" "Había un libro y un winchester. Nos habían dicho que venían los militares"

Se termina el viaje. Es mediodía. La abuela se anima a decir "qué bien que me animé a venir antes de morirme, qué felicidad"